domingo, 16 de enero de 2011

Finales seleccionados de La llave de oro

A partir del momento en que el niño encuentra una llave de oro y la hace girar, algunos alumnos inventaron otro final:


1. IRIA LAURA GARRIDO (1ºA)


...Entonces giró la llave de una vez... y empezó a sonar una dulce melodía. Era una cajita de música. El muchacho quedó maravillado con aquella melodía y volvió a girar la llave. Para su sorpresa, se abrió una tapa. En el interior de la caja había una pequeña y delicada bailarina hecha de oro y brillantes. Después de estar un buen rato admirando la belleza y fragilidad de la bailarina, se percató de que a los pies de la figurita había una nota. Curioso, la cogió y la leyó. En ella decía que la cajita había pertenecido a la hija de unos duques de Francia y que cuando se cumplió su mayor deseo, esta la enterró y esperó a que la persona que la volviese a hallar, viera cumplidos también sus sueños. El destino decidió que fuera el muchacho quien encontrara la cajita.


2. CLARA MIÑÁN SOTO (1ºB)

... Entonces giró la llave tres veces a la derecha y cuatro a la izquierda. Abrió la caja... pero allí no había nada. El pobre muchacho, desilusionado, decidió llevársela a su madre para que le diera alguna utilidad. Así fue: la caja serviría para guardar las especias. Años después, cuando el muchacho ya era adulto, mientras ordenaba el desván, encontró la caja olvidada allí, y ya apenas se acordaba de ella. Le pareció un bonito detalle para regalarle a su novia. A esta le gustó y la usó como joyero. Durante años, la cajita guardó los collares, las pulseras y otras alhajas que tenía, hasta que un buen día, desapareció. La joven, preocupada, la buscó por todos los rincones de la casa, pero jamás la encontró. Tuvieron que pasar casi cuarenta años para volver a aparecer. El niño aquel, ya envejecido por el paso del tiempo, la descubrió a los pies de la cama y, junto a ella, había una nota que decía: "Si cuando aún eras un niño no encontraste nada dentro de mí, era porque aún no estabas listo para hallarlo." El hombre, intrigado, la abrió y de repente, como por arte de magia, toda la habitación se llenó de diamantes, de rubíes y monedas de oro. El anciano, inundado de felicidad, llamó a la mujer y decidieron donar un cuarto de sus riquezas a un colegio cercano para niños necesitados, otro cuarto al asilo de ancianos enfermos, y la mitad sobrante se la quedaron para poder disfrutar y acabar por fin con su pobreza durante los últimos años de vida que les quedaban.

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