En clase leímos un fragmento de esta apasionante novela de ciencia ficción. De ella se hicieron películas homónimas. También leímos hace poco otro fragmento de otra novela de mismo autor: Rebelión en la granja. Hay que ver lo que le gustaban los animales a este autor... o más bien, la idea de dar rasgos humanos (a veces los más negativos) a los animales. ¿Será que no somos tan diferentes los humanos a los animales?
Bueno, el tema de la novela es de carácter ético: ¿ se pueden sobrepasar los límites de la ciencia?
Pues queda en el aire la pregunta para que reflexionéis...Y si reflexionáis mucho, podemos plantear un pequeño debate.
Os recuerdo el argumento de la novela por si acaso... Un náufrago llega a una isla solitaria del Pacífico, en la que un extraño doctor se dedica a experimentar con animales. El resultado de los experimentos: unos monstruos horribles que planean levantarse de forma inminente contra su propio creador.
EJERCICIO DE EXPRESIÓN ESCRITA:
A partir de la siguiente situación, redacta un cuento de ciencia ficción: " Te encuentras en una isla desierta habitada por un científico loco. Tendrás que explicar cómo has llegado hasta allí, cuáles han sido las circunstancias de tu viaje y qué es lo que has visto del lugar".
Bueno, ahora inserto en el blog algunos de los cuentos creados por vosotros/as:
- David Estévez (1º ESO B):
Me levanté como todas las mañanas,
y fui al puerto a pasear. Era una mañana bonita de verano, no se veía una
nube en el cielo, y yo contemplaba el mar cuando una terrible maza me golpeó en
la nuca.Cuando me desperté, estaba en una lancha en medio del océano, atado como
un baúl facturado. El conductor de la lancha era un hombre peculiarmente feo, con
poco pelo y barbilla saliente. Vestía
una bata blanca con una N mayúscula comosi fuera el símbolo de un escudo; a simple
vista se podría observar que estaba muy loco, puesto que se le movían las
pupilas que centelleaban como chispas de fuego.
Llegados a la isla
nos recibieron lo que parecían dos osos negros pero con pinchos en la espalda y
un escudo unido a la mano izquierda. Me condujeron hasta lo que parecía su laboratorio. Una mezcla de lagarto-hombre y rana nos
abrió la puerta. Antes
de entrar alcance a ver cómo un rinoceronte más pequeño de lo normal echaba
fuego por la boca.
En
su laboratorio pude observar cómo unía a una planta, un cerebro humano y un
fertilizante prohibido superpotente. El resultado fue una flor de tonalidades
grises y violetas con espinas por el tallo que constituía su cuerpo. Le aplicó el loco una placa en el
cuello y le dijo que fuera a luchar contra el rinoceronte que había en un
lateral de la casa.
Por
suerte, el loco no tenía muchas luces y yo me di de cuenta de que el
dispositivo que le colocaba al salir de la máquina de fusión era un controlador
que si se presionaba se reseteaba y obedecía al primero que le hablase. Así que
, tras conseguir liberar un brazo, le lancé una piedra al “oso” negro que
vigilaba y por suerte, acerté. Le dije que me soltara y lo hizo.
Me escabullí como pude y conseguí salir del laboratorio. Llegué corriendo hasta la lancha, y en ella pensé que podía quedarme y luchar contra el científico loco, pero sus monstruos tenían pinta de ser más fuertes que yo. Así que decidí volver a casa.
-
Antía Lorenzo (1ºESO B):
Al
despertarme no vi más que un par de rocas y la inmensidad del mar. Yo estaba
aturdido. Mis últimos recuerdos eran de un crucero en el que estábamos
festejando el cumpleaños de uno de los amigos que nos acompañaban. Al recordar
aquello, comencé a comprender: el barco
debió de haber naufragado , y con él, sus pasajeros... Decidí explorar
un poco el lugar en busca de agua, ya que llevaba demasiado tiempo sin beber.
Primero, rodeé la costa, pero nada, ni rastro del más mínimo manantial, así que decidí adentrarme un poco
en la selva.
Aquella
selva daba respeto: árboles tan altos cuya copa apenas podía ver, ruidos
extraños, como rugidos, zarpazos, insectos de todo tipo, etc. Me llené valor y
me adentré. Pasé un largo rato buscando con qué calmar mi sed, pero no hallé nada.
Estaba más sediento que nunca, así que aunque sabía que adentrarse más era
peligroso, la sed podía contra todo eso. Al cabo de un rato, caminando, vi a lo
lejos una construcción; al principio, por el tamaño, pensé que era una nave
abandonada, pero a medida que me acercaba vi luces y oí voces, por lo que supuse
que debía de vivir gente. Yo pensé que debían de ser exploradores, científicos,
o algo por el estilo , porque allí, en
medio de la selva, otra cosa no me imaginaba. Llamé a la puerta. No
contestó nadie. Insistí, y a la séptima u octava vez que llamé , salió un
hombre. Era alto, delgado, debía aproximarse a las 60 años de edad, con facciones
frías y ojos apagados. También llevaba barba, lo que le atribuía un cierto
toque intelectual y serio. Por su acento deduje
que era estadounidense. El hombre me miró de arriba a abajo, y yo le
empecé a contar mi historia y a pedirle cobijo para aquella noche. El hombre,
no de muy buenas ganas, me dejó pasar. Tenía un aire misterioso. Me dio algo de
cena y agua, y enseguida me dijo dónde estaba la habitación; me acomodé, cerró
la puerta, y escuché un ruido que parecía la llave al girar en su cerradura. No
le di demasiada importancia, ya que yo para él era un hombre desconocido, era
normal que no se fiara de mí , y que por eso, tomara esa medida de seguridad.
Me metí en la cama. Pasaron 5 minutos y tenía los ojos ya cerrados, a punto de dormirme, pero empecé a
escuchar unos ruidos. No me pareció extraño, teniendo en cuenta que aquella casa se situaba en medio de la
jungla. Pero pasaron los minutos, y no era capaz de dormir, ya que los ruidos
se escuchaban con mucha proximidad, y entonces fue cuando comencé a pensar que
no provenían de la casa. Decidí esperar unos minutos a ver si cesaban. Al cabo
de una hora aproximadamente, decidí averiguar de dónde provenían aquellos
rugidos, zarpazos, y demás ruidos
espantosos provenientes de animales, que no me dejaban conciliar un sueño
tranquilo. Miré por la cerradura de la puerta, que daba al recibidor. No era un
recibidor exactamente, estaba lleno de camillas, pizarras, etc. Cuando entré
por primera vez, ya me pareció poco habitual situar todo aquel material
científico allí, en medio de la entrada, pero como decía, el profesor tenía un
aire misterioso y extravagante. Cuando me agaché para ver, me quedé espantado.
Vi unas camillas, y en ellas, animales tumbados. Todos los cuerpos estaban
cubiertos con una especie de sábana blanca, excepto la parte superior de
la cabeza, que dejaba ver una cosa
viscosa que prefiero no describir... el cerebro. En las pizarras que había en
el fondo, encontré la respuesta a todo
aquello. Ponía "Transplante medular a animales". En ese instante
comprendí, caí al suelo blanco, por el horror y el asombro, y me desmayé.
Al despertar lo primero que
vi fue la cara de varios médicos, que nada más abrir los ojos y murmurar algo,
me empezaron a hacer preguntas. Empecé a comprender... el barco había
naufragado, eso era cierto, pero al parecer, la historia del científico loco no
había sido más que un delirio mío... ¿O era eso lo que querían que pareciera?
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