miércoles, 18 de enero de 2012

LA ISLA DEL DOCTOR MOREAU de Wells.

  En clase leímos un fragmento de esta apasionante novela de ciencia ficción. De ella se hicieron películas homónimas. También leímos hace poco otro fragmento de otra novela de mismo autor: Rebelión en la granja. Hay que ver lo que le gustaban los animales a este autor... o más bien, la idea de dar rasgos humanos (a veces los más negativos) a los animales. ¿Será que no somos tan diferentes los humanos a los animales?
Bueno, el tema de la novela es de carácter ético: ¿ se pueden sobrepasar los límites de la ciencia?
Pues queda en el aire la pregunta para que reflexionéis...Y si reflexionáis mucho, podemos plantear un pequeño debate.
Os recuerdo el argumento de la novela por si acaso... Un náufrago llega a una isla solitaria del Pacífico, en la que un extraño doctor se dedica a experimentar con animales. El resultado de los experimentos: unos monstruos horribles que planean levantarse de forma inminente contra su propio creador.


 
EJERCICIO DE EXPRESIÓN ESCRITA:
A partir de la siguiente situación, redacta un cuento de ciencia ficción: " Te encuentras en una isla desierta habitada por un científico loco. Tendrás que explicar cómo has llegado hasta allí, cuáles han sido las circunstancias de tu viaje y qué es lo que has visto del lugar".

Bueno, ahora inserto en el blog algunos de los cuentos creados por vosotros/as:

- David Estévez (1º ESO B):
Me levanté como todas las mañanas, y fui al puerto a pasear. Era una mañana bonita de verano, no se veía una nube en el cielo, y yo contemplaba el mar cuando una terrible maza me golpeó en la nuca.Cuando me desperté, estaba  en una lancha en medio del océano, atado como un baúl facturado. El conductor de la lancha era un hombre peculiarmente feo, con poco pelo y barbilla saliente. Vestía  una bata blanca con una N mayúscula comosi fuera el símbolo de un escudo; a simple vista se podría observar que estaba muy loco, puesto que se le movían las pupilas que centelleaban como chispas de fuego.
Llegados a la isla nos recibieron lo que parecían dos osos negros pero con pinchos en la espalda y un escudo unido a la mano izquierda. Me condujeron hasta lo que parecía su laboratorio. Una mezcla de lagarto-hombre y rana nos abrió la puerta. Antes de entrar alcance a ver cómo un rinoceronte más pequeño de lo normal echaba fuego por la boca.
En su laboratorio pude observar cómo unía a una planta, un cerebro humano y un fertilizante prohibido superpotente. El resultado fue una flor de tonalidades grises y violetas con espinas por el tallo que constituía su cuerpo. Le aplicó el loco una placa en el cuello y le dijo que fuera a luchar contra el rinoceronte que había en un lateral de la casa.
Por suerte, el loco no tenía muchas luces y yo me di de cuenta de que el dispositivo que le colocaba al salir de la máquina de fusión era un controlador que si se presionaba se reseteaba y obedecía al primero que le hablase. Así que , tras conseguir liberar un brazo, le lancé una piedra al “oso” negro que vigilaba y por suerte, acerté. Le dije que me soltara y lo hizo.
Me escabullí como pude y conseguí salir del laboratorio. Llegué corriendo hasta la lancha, y en ella pensé que podía quedarme y luchar contra el científico loco, pero sus monstruos tenían pinta de ser más fuertes que yo. Así que decidí volver a casa.


-   Antía Lorenzo (1ºESO B):
Al despertarme no vi más que un par de rocas y la inmensidad del mar. Yo estaba aturdido. Mis últimos recuerdos eran de un crucero en el que estábamos festejando el cumpleaños de uno de los amigos que nos acompañaban. Al recordar aquello, comencé a comprender: el barco  debió de haber naufragado , y con él, sus pasajeros... Decidí explorar un poco el lugar en busca de agua, ya que llevaba demasiado tiempo sin beber. Primero, rodeé la costa, pero nada, ni rastro del más mínimo  manantial, así que decidí adentrarme un poco en la selva.

Aquella selva daba respeto: árboles tan altos cuya copa apenas podía ver, ruidos extraños, como rugidos, zarpazos, insectos de todo tipo, etc. Me llené valor y me adentré. Pasé un largo rato buscando con qué calmar mi sed, pero no hallé nada. Estaba más sediento que nunca, así que aunque sabía que adentrarse más era peligroso, la sed podía contra todo eso. Al cabo de un rato, caminando, vi a lo lejos una construcción; al principio, por el tamaño, pensé que era una nave abandonada, pero a medida que me acercaba vi luces y oí voces, por lo que supuse que debía de vivir gente. Yo pensé que debían de ser exploradores, científicos, o algo por el estilo , porque allí, en  medio de la selva, otra cosa no me imaginaba. Llamé a la puerta. No contestó nadie. Insistí, y a la séptima u octava vez que llamé , salió un hombre. Era alto, delgado, debía aproximarse a las 60 años de edad, con facciones frías y ojos apagados. También llevaba barba, lo que le atribuía un cierto toque intelectual y serio. Por su acento deduje  que era estadounidense. El hombre me miró de arriba a abajo, y yo le empecé a contar mi historia y a pedirle cobijo para aquella noche. El hombre, no de muy buenas ganas, me dejó pasar. Tenía un aire misterioso. Me dio algo de cena y agua, y enseguida me dijo dónde estaba la habitación; me acomodé, cerró la puerta, y escuché un ruido que parecía la llave al girar en su cerradura. No le di demasiada importancia, ya que yo para él era un hombre desconocido, era normal que no se fiara de mí , y que por eso, tomara esa medida de seguridad. Me metí en la cama. Pasaron 5 minutos y tenía los ojos ya  cerrados, a punto de dormirme, pero empecé a escuchar unos ruidos. No me pareció extraño, teniendo en cuenta que  aquella casa se situaba en medio de la jungla. Pero pasaron los minutos, y no era capaz de dormir, ya que los ruidos se escuchaban con mucha proximidad, y entonces fue cuando comencé a pensar que no provenían de la casa. Decidí esperar unos minutos a ver si cesaban. Al cabo de una hora aproximadamente, decidí averiguar de dónde provenían aquellos rugidos, zarpazos,  y demás ruidos espantosos provenientes de animales, que no me dejaban conciliar un sueño tranquilo. Miré por la cerradura de la puerta, que daba al recibidor. No era un recibidor exactamente, estaba lleno de camillas, pizarras, etc. Cuando entré por primera vez, ya me pareció poco habitual situar todo aquel material científico allí, en medio de la entrada, pero como decía, el profesor tenía un aire misterioso y extravagante. Cuando me agaché para ver, me quedé espantado. Vi unas camillas, y en ellas, animales tumbados. Todos los cuerpos estaban cubiertos con una especie de sábana blanca, excepto la parte superior de la  cabeza, que dejaba ver una cosa viscosa que prefiero no describir... el cerebro. En las pizarras que había en el  fondo, encontré la respuesta a todo aquello. Ponía "Transplante medular a animales". En ese instante comprendí, caí al suelo blanco, por el horror y el asombro, y me desmayé.  
Al despertar lo primero que vi fue la cara de varios médicos, que nada más abrir los ojos y murmurar algo, me empezaron a hacer preguntas. Empecé a comprender... el barco había naufragado, eso era cierto, pero al parecer, la historia del científico loco no había sido más que un delirio mío... ¿O era eso lo que querían que pareciera? 

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